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jueves, 16 de julio de 2009

LA HIPOCRESÍA DE LA SEÑORA CLINTON



Adriana Pérez es una bella cubana que jamás ha pensado utilizar arma alguna, ni tampoco el C-4 ese mortífero explosivo que puede dañar y matar a muchas personas.

Adriana Pérez, además de ser bella y cubana, ha cometido un delito que la ha sancionado, al parecer, de por vida.

Ella es la esposa de Gerardo Hernández Nordelo, uno de los cinco héroes cubanos presos por vigilar a los terroristas de Miami, tolerados por todas las administraciones norteamericanas.

Su esposo Gerardo extingue dos condenas de cadena perpetua mas quince años de cárcel por haber hecho lo que le correspondía hacer y no hizo el Buró Federal de Investigaciones, que jamás ha arrestado a los terroristas que desde Miami organizan actos de esa naturaleza contra Cuba.

Gerardo fue arrestado el 12 de septiembre de 1998 por ese Buró Federal de Investigaciones, que en vez de encarcelar a los asesinos, se encargó de poner tras las rejas a los que vigilaban a esos asesinos que preparaban acciones criminales contra el pueblo de la Isla.

Desde entonces Adriana Pérez, no ha podido ver a su esposo. Ella fue expulsada de territorio norteamericano y aunque ha hecho innumerables gestiones jamás ha podido darle un beso a Gerardo Hernández Nordelo.

Adriana es bien conocida en la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana. Allí ha presentado los documentos correspondientes para entrar a la nación del norte pero hasta ahora todas las gestiones han sido infructuosas.

Organizaciones humanitarias internacionales se han pronunciado al respecto, pero el Gobierno de Washington se niega a permitir la entrada de Adriana porque, y aqui esta la felonía “” ella constituye un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos””, según la secretaria de Estado, otra bella mujer, pero de nombre Hillary.

Para la señora Clinton, Adriana no debe entrar a su país porque se vulneraría la seguridad nacional del país más rico y poderoso de la tierra. Vergüenza debiera darle a esta señora al tomar esa decisión que pone en entredicho el respeto de los derechos humanos que su nación dice defender.

Como dije al principio, Adriana no utiliza armas, ni explosivos. Tampoco se le ha visto en campos de entrenamiento militar para atacar a Estados Unidos, ni estudiando los más letales virus para introducirlos en ese país. Ella solo desea ver a su esposo, derecho que le han negado en múltiples ocasiones.

Es que Estados Unidos le teme a una inofensiva mujer, cubana y revolucionaria?

Es que Estados Unidos le teme a ese abrazo que ella quiere darle a su esposo, injustamente condenado a dos cadenas perpetuas?

Y por qué Estados Unidos no le teme a Luis Posada Carriles?

Y por qué Estados Unidos no le tema a Orlando Bosch Ávila?

Posada Carriles entró de manera clandestina a Estados Unidos, le mintió a las autoridades federales, es prófugo de una prisión venezolana y es el autor del atroz crimen de Barbados, que segó la vida a 73 personas.

Orlando Bosch Ávila es coautor de ese crimen y vive tranquilamente en Miami, desde donde sigue organizando acciones contra Cuba, ante la mirada tolerante del Buró Federal de Investigaciones. Es además un individuo señalado por la Fiscalía Norteamericana como un elemento peligroso para la seguridad nacional de Estados Unidos.

Entonces, cómo se explica que a Adriana la secretaria de Estado la califique de peligrosa para su país, si ella no ha hecho lo que han hecho estos dos terroristas?

Por qué están libres ellos y presos los cinco antiterroristas cubanos?

Es que cuando se trata de Cuba todo vale, aunque sea mentira?

La hipocresía del Gobierno de Obama es la misma hipocresía del Gobierno de Bush. Nada ha cambiado en la Casa Blanca, aunque hayan cambiado los actores de los que dirigen la política, sea en el salón Oval o en el Departamento de Estado.

Adriana seguirá en su empeño de ver a su esposo. Tiene derecho para continuar en esa lucha. Un pueblo como el mío la apoya en ese propósito.

Ojalá que algún día en la Casa Blanca se abran paso la decencia y la verdad. Ojalá que algún día la hipocresía sea desterrada de la política norteamericana, algo que por lo visto hasta ahora no cuenta en la agenda de cambios del Presidente Obama.