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miércoles, 28 de octubre de 2009

CAMILO UN GRAN PATRIOTA CUBANO



Desde el inicio de la Revolución Cubana, el 10 de octubre de 1868, han surgido hombres y mujeres que se han convertido en símbolos y por supuesto en ejemplo para todos los que en esta tierra aman la libertad y la independencia.

A lo largo del proceso de liberación nacional se han distinguido figuras extraordinarias, desde el propio Carlos Manuel de Céspedes hasta nuestros días, los cubanos tenemos muy cerca las fuentes inspiradoras para mantener no ya el sueño, alcanzado definitivamente en enero de 1959, sino para continuarlo como expresión de seguir siendo libres.

La pléyade de combatientes, estimulantemente larga, constituye una épica trayectoria que ha puesto muy en alto el espíritu de lucha de los cubanos.

En esa ruta necesaria hacia la consumación de una historia escrita desde los campos de batalla, la figura de Camilo Cienfuegos se proyecta a la altura de los mejores hijos de la patria, constituyendo él, además, paradigma para las generaciones de hoy y de mañana.

Un hombre como Camilo, leal, valiente, audaz, se ha multiplicado en estos tiempos de resistencia y sacrificio.

Solo un pueblo con Camilo en su memoria histórica, ha podido enfrentar los desafíos, los retos, las carencias y otras dificultades sabiendo que la Revolución es más grande que nosotros mismos, al decir de Fidel.

Cuando recordamos su desaparición física hace hoy cincuenta años, tenemos el deber de llevar en el pensamiento y en la acción las enseñanzas de Camilo, quien jamás dudó de la inteligencia y la sagacidad del Comandante en Jefe para llevar adelante la Revolución.

Medio siglo ha transcurrido desde aquel 28 de octubre, una fecha que no solo está en el calendario, esa fecha se encuentra sembrada para siempre en el corazón de los cubanos.

CON EL SOL DE TU SONRISA



Desde aquel instante el atardecer fue más hermoso, como hermoso se hizo el enmarañado mangle custodio de la costa, oteando cada rincón por donde puede aparecer el héroe.


Los cubanos, a pesar de medio siglo, no nos acostumbramos a la idea de haberlo perdido, creemos, desde la más remota posibilidad, que el sombrero alón emergerá desde la entraña del mar para cobijarnos con su sonrisa.

La imagen del guerrillero, tan alta como las bellas nubes blancas que pintan nuestro cielo, se agiganta y nos llega como la suave brisa que apacigua la noche en temporada de calor.

Camilo es el guardián de los cubanos. Él nos protege de la amenaza. Él enseña el camino, la estrategia, la audacia, la lucha y la manera de enfrentar los obstáculos.

Este tiempo difícil solo puede asumirse buscando solución a los problemas partiendo de la posición que siempre mantuvo él de lealtad absoluta a Fidel y a la Revolución.

Han pasado cincuenta años y en la memoria del pueblo se mantiene vigente el momento de la noticia infausta, también de la falsedad aquella de que había aparecido, entonces un pueblo se lanzó a la calle y solo se recogió cuando supo la realidad de que seguía perdido.

Tan vigente está entre nosotros que cuando un revolucionario crea que las fuerzas le van a fallar, debe pensar en Camilo, cuando crea que no hay salida ante las dificultades, debe pensar en Camilo, cuando crea que le falta el espíritu para avanzar, debe pensar en Camilo.

No ha muerto el hombre que desafió los retos del mar en la travesía del yate Granma, no ha muerto el guerrillero que desafiando las circunstancias del revés de Alegría de Pío, supo ver la luz de la victoria, no ha muerto él que tanta esperanza de vida le dio a los cubanos desde la punta de su ametralladora.

No ha muerto, no puede morir y porque además no lo dejaremos morir él, que encendió de risas las montañas serranas, partiendo un día de estas para iniciar un camino solo conocido antes por Máximo Gómez y Antonio Maceo, derrochando valentía y audacia al igual que los próceres independentistas.

Camilo está aquí en las manos de los constructores, en las manos de los soldados, en las tiernas manos de los niños, manos que llevan flores a ríos, mares, arroyos y lagunas, con la devoción y el respeto que merece un héroe de mil batallas.

Y si el atardecer fue desde entonces más hermoso, más hermoso es el amanecer que dibuja desde el esplendor de la aurora, la sonrisa del héroe que como talismán de la victoria nos acompañará eternamente.