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sábado, 31 de octubre de 2009

Trabajadores de la construcción de entidades del Poder Popular intensifican las labores de terminación del amplio complejo cultural recreativo ¨Guajiro natural¨, en Bayamo, en ocasión del aniversario 496 de la ciudad, que se cumple el próximo 5 de noviembre.


El combinado de servicios, que erigen en la antigua plaza Luís Ramírez López, en la calle Línea, atenderá a unas 500 personas simultáneamente y su mayor unidad es un cabaret con capacidad para 200 clientes, dotado de espacioso escenario y dos parrilladas.

También, un bar, una cafetería para el expendio de hamburguesas y refrescos, un restaurante y un acogedor café-literario, estrenado en la reciente XV edición de la Fiesta de la Cubanía, con la presencia de los integrantes del buró político del Partido Ricardo Alarcón y Abel Prieto.

El café… será dirigido por el Centro Provincial del Libro y la Literatura y acogerá presentaciones de libros, lecturas de poemas, coloquios y encuentros de creadores.

La complejidad de las acciones, por desarrollarse al mismo tiempo y en áreas colindantes ha precisado la realización de largas jornadas, las cuales mantienen, y del chequeo sistemático del avance físico de las obras a cargo de las máximas autoridades del gobierno en la provincia.

El sitio será un homenaje a Polo Montañés, popular artista pinareño que ganó la admiración y el respeto de los bayameses, quienes aun recuerdan su multitudinario concierto en la Plaza de la Patria.

Bayamo tiene otros dos combinados similares: el Bayam y Los Caneyes, y Manzanillo disfruta del ¨Costa Azul¨, sin dudas uno de los mayores del país.


Autor: Eugenio Pérez Almarales

CONCIERTO EN LA HABANA: UN DIÁLOGO INCONCLUSO CON LAS FURIAS

El 27 de octubre del 2009 un Jumbo de la Boeing, procedente de New York debió aterrizar en el aeropuerto “José Martí”, de La Habana, tras cubrir las tres horas previstas de travesía. Según los planes, en ese vuelo y otros sucesivos, se conducirían a las isla toneladas de instrumentos musicales, equipos de luces y sonido, pantallas gigantes de televisión, y finalmente, alrededor de 200 músicos de la afamada Orquesta Filarmónica de la ciudad y 150 mecenas que con sus aportes habían permitido reunir el millón y medio de dólares necesarios para el proyecto. Pero ese día, ni en días posteriores, ocurrió nada inusual en la terminal aérea.


Más allá de las expectativas, la mala noticia de la suspensión de la gira de la Filarmónica de New York a Cuba, dejaba en tierra no solo a Michael Bloomberg, alcalde la ciudad, a Ban Ki Moon, Secretario General de la ONU, y a decenas de senadores, gobernadores, artistas, como Alec Baldwin, y comunicadores sociales de varios estados, sino a las esperanzas de que con la nueva administración de Barack Obama se darían los pasos largamente esperados a ambos lados del Estrecho de la Florida, para comenzar a desmontar el muro del bloqueo contra la isla que data de hace más de 47 años, y que a todas luces, es una reliquia esperpéntica de los tiempos de la Guerra Fría.

Llama la atención que, precisamente en aquellos años donde estrategas geopolíticos como Winston Churchill y George Kennan sentaron las bases para el enfrentamiento multilateral de lo que consideraban “el desafío de la expansión comunista”, se hayan estimulado las giras de artistas estadounidenses por el mundo como expresión de buena voluntad y también, con el no disimulado propósito de promover la cultura y la civilización occidental y al sistema capitalista, en general. En aquellas guerras culturales, no hubo neutrales ni indiferentes. La compañía danzarína de José Limón o los piquetes jazzísticos de Louis Armstrong o Dizzie Guillespie se vieron acosados por la Secretaría de Estado con tentadoras ofertas económicas para llevar la cultura estadounidense al Medio o el Lejano Oriente, y también a la URSS, Polonia, Hungría y Alemania. “De vez en cuando -comentaba entonces un irónico Guillespie, tras leer las noticias sobre acciones racistas en su país- convendría que se organizase una gira de buena voluntad por el Mississippi”.

Entonces, ¿cómo un proyecto cultural e ideológico de este tipo, redituable para Estados Unidos, desde todos los puntos de vista, ha logrado ser paralizado por el momento, impidiendo el despegue del Jumbo de la Boeing hacia los cielos de la isla?

Los dos conciertos cubanos frustrados de la más prestigiosa orquesta sinfónica de su país, fundada en 1842, debieron ser el broche de oro de la llamada gira “Horizontes asiáticos”, que incluyó presentaciones en capitales como Tokio, Seúl y Hanoi. “Así que se le permite a la Filarmónica llevar un programa de intercambio cultural a la anterior capital de Viet Nam del Norte, una nación con la cual estábamos en guerra recientemente -ha comentado Alec Baldwin en “The Huffington Post”-, que se cobró más de 55.000 vidas estadounidenses, pero a Cuba le prohíben ir, ¿por qué?, ¿quién se beneficia con esta política?”

Sin dudas unas preguntas ineludibles, las mismas que haría ante un enigma cualquier periodista o investigador, no hablando ya de Holmes, Perry Mason o Colombo. En rigor, ¿a quién beneficia una decisión política de esta índole, que ha herido un proyecto cultural en nombre de la nación, si, como es evidente, se opone radicalmente a sus intereses, incluso, a sus tradiciones?

Dos pistas pueden ser seguidas hasta llegar al nudo de la cuestión. La primera, la implacable oposición a la gira por parte de la Fundación Cubano Americana y de políticos, como el senador por New Jersey Bob Menéndez, y los Representantes por la Florida Lincoln Díaz Balart e Ileana Ros-Lethinem, expertos cabilderos y profesionales de la extorsión política contra todo lo que signifique un destello de luz capaz de atravesar en espeso muro de sombras que es el bloqueo contra la isla; enemigos viscerales de cualquier cosa que amenace las ganancias millonarias de la industria miamense del odio y el resentimiento, que llega a niveles grotescos y freudianos. La segunda, la reciente visita a la isla, del 17 al 22 de septiembre, de Bisa Williams, Subsecretaria de Estado Adjunta para América Latina, quien fuese jefa del Buró Cuba, de esa misma dependencia, en tiempos de George W. Bush, y cercana colaboradora de John Negroponte.

La visita de la señora Williams le permitió ser testigo presencial de un hecho cultural sin precedentes: el concierto de Juanes y otros artistas extranjeros y cubanos en la Plaza de la Revolución que convocó a más de un millón de jóvenes. Aceptado y ganado por Cuba, con altura y respeto, un desafío cultural abierto, sin temor a la confrontación de puntos de vista, la Sra. Williams debió considerar que tales intercambios no favorecen a los intereses neoconservadores políticos que representan, aún desde las entrañas de la nueva administración demócrata.

El envío a Cuba de Bisa Williams, y la posterior cancelación de la gira de la Filarmónica de New York, según diplomáticos cubanos en Estados Unidos, constituyen “los primeros golpes neoconservadores a la política de apertura (del presidente Obama) hacia Cuba”. Esto, y lo retorcido del procedimiento de las Secretaría de Estado y el Tesoro al permitir el viaje a los músicos, pero no a los mecenas que hacían posible dicho viaje, denuncia a las claras la procedencia de una medida “medieval”, como la calificase Enrique Pérez Mesa, Director Adjunto de la Orquesta Sinfónica de La Habana: en ello se expresan las artes truculentas de esa parte jurásica del exilio cubano que se aferra a la guerra de exterminio y a la asfixia total del pueblo cubano para presionar a la Revolución, y las maquiavélicas técnicas políticas de los neoconservadores que acosan al presidente Obama, desde dentro y fuera de su gobierno, y que no en vano reverencian la filosofía de Leo Strauss.

Los cubanos, acostumbrados ya a tales acciones hostiles, miran con calma y optimismo la cartelera del Teatro Auditorium “Amadeo Roldan”. Saben que tarde o temprano podrán disfrutar de los conciertos temporalmente pospuestos, y que la cordura y la cultura de dos pueblos vecinos será capaz de saltar todas las barreras artificiales que se les interponga.

Ya se sabe que en los programas de los conciertos que se preparaban con esmero por músicos de ambos países, junto a la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler y obras, como “Tres lindas cubanas”, de Gonzalo Romeu, estaba incluido el Concierto para Piano y Orquesta número 4, en Sol Mayor, Opus 58, de Ludwig Van Beethoven, estrenado públicamente en un teatro vienés, el 22 de diciembre de 1808, para Emil Ludwig, su biógrafo, “… el más perfecto concierto para un solo instrumento jamás compuesto”.

Es curioso que al describir el segundo movimiento de dicha obra, el gran Franz Liszt lo haya descrito “como un diálogo entre el piano (Orfeo) y las Furias, representadas por las cuerdas al unísono”.

Impedir su ejecución en La Habana, aunque sea por el momento, no honra a las Furias de nuestros días, ni favorece diálogo alguno, pero pone en evidencia la manera artera y egoísta en ellas mantienen secuestrada, a toda costa, la política de los Estados Unidos hacia Cuba.

Al final, ningún ruido impedirá, por horrísono que sea, que un día se escuchen en las tibias noches habaneras, tocadas por virtuosos de las dos orillas, las notas alegres del concierto de un hombre que clamaba por la hermandad de todos los seres humanos.

Autor: Eliades Acosta

Progteso Semanal

GESTANDO PASADIZOS AL MUNDO SONORO

Diversos elogios al Programa cubano de Implante Coclear y al Sistema de Salud Pública en general, garante de este servicio a quienes más lo precisan de forma gratuita, caracterizaron las jornadas del I Simposio Cubano Iberoamericano de Implantes Cocleares y Ciencias Afines, que transcurrió en esta capital.



El Programa cubano es exigente, quiere lo mejor; los dispositivos que nos compran están entre los más fiables y caros del mundo —afirmó Lluís Rigat en representación de la firma Cochlear, fabricante de los últimos modelos adquiridos por nuestro país, y la cual prevé acometer la financiación de un centro regional modelo en Villa Clara, con todo el equipamiento necesario para los análisis previos y la propia cirugía de implante.

Por otra parte, el otorrinolaringólogo Diego José Santana, colaborador de la OMS y asesor de programas para el cuidado del oído y el déficit auditivo, manifestó sentirse orgulloso de poder trabajar con el personal médico cubano. Desde el 2007 contribuye a la gestación en Camagüey de lo que será el Programa Nacional para Prevenir el Déficit Auditivo, al cual le augura un gran éxito debido a "la excelente estructura del sistema de salud primario."

El doctor Eduardo Morales Rodríguez, coordinador del Programa Nacional de Implante Coclear, resumió que desde 1997 hasta la fecha, sobre todo en el último quinquenio, se han realizado 165 implantes, fundamentalmente en menores de edad, y en los próximos seis meses deberán ser operados otros 50 pacientes.

Anunció, además, que serán adquiridos 80 dispositivos más para llevar a cabo estas cirugías —con un precio superior a los 21 mil euros cada uno— y 20 para implantes auditivos osteo-integrados.

En el evento participaron más de 110 especialistas de 28 países.

Tomado del periódico Granma

YOANI SANCHEZ Y LOS CENSORES DE LA UTOPÍA

Dos versiones de la libertad de soñar


No sé cómo empezar estas reflexiones. Acabo de ver el estreno de “Y sin embargo, se mueve (…desde Silvio Rodríguez)”, una puesta escénica de La Colmenita para adolescentes y jóvenes, en su sede, la Sala Teatro Orden Tercera del Convento de San Francisco en La Habana Vieja. Sé que no es tiempo aún de escribir, que las emociones deben asentarse. Pero compartiré algunas impresiones con ustedes, porque quiero después hablar de otro espectáculo, para nada artístico, que presencié unas horas antes de la obra teatral.

La puesta de La Colmenita alude directamente a Galileo –lo hace de forma explícita en el título y en algunos diálogos--, y de cierta forma a la obra de Bertold Brecht que aborda el trágico final que tuvo el extraordinario hombre de ciencias. Recuerdo aquella obra con afecto, la leí con fruición en mis años escolares –algo raro, pues entonces uno solía despreciar las lecturas obligatorias--, y la disfruté en las tablas, creo que por Teatro Estudio, hace también muchos años.

Pero esta es una interpretación diferente del viejo dilema: salvarse o no –de un castigo, de la incomprensión o de la tortura y la muerte como en el caso de Galileo--, en defensa no de la verdad, sino de la fe, de los sueños, de la fantasía. Salvarse o no de la utopía de poder hallar, construir, otros mundos posibles. Siempre existirán tribunales inquisitoriales para decretar –a nombre de Dios, o, paradójicamente, de la Ciencia o de la Libertad--, cuáles deben ser los límites de la fantasía, de la justicia, del conocimiento. Siempre existirán hombres y mujeres de alma mutilada, que se asusten ante los sueños “locos” de sus contemporáneos, no porque desconfíen de la veracidad o de la justeza de esos arrebatos cósmicos, sino por una razón más simple, y también más convencional: porque necesitan preservar la “normalidad” de sus vidas.

La obra de Cremata se apoya en la música (y en las letras) de Silvio Rodríguez y no puede hallar mejor asidero. De regreso a casa, pensaba en que la fantasía, los sueños, la fe en el ser humano, en la posibilidad de lo imposible, es el rasgo distintivo de los revolucionarios. Que las Revoluciones se producen cuando se rompen los diques que contienen los sueños, cuando se desbordan las esperanzas. De ahí la incomodidad de los espíritus conservadores, el cansancio que provoca en ellos la eterna navegación por mares ignotos en busca de utopías.

Y recordaba el espectáculo que presencié por la tarde en los ya habituales debates de la revista Temas. Se trataría esta vez el impacto de Internet en la cultura. Llegué un poco tarde, y ya el panel de expertos había iniciado su exposición. Me hallé de repente tras las rejas exteriores del local, junto a un grupo de jóvenes y no tan jóvenes –entre unos y otros, encontré a los mismos ciber-politiqueros de siempre, cámaras de películas y de fotos en mano-- que como yo, no habían podido entrar.

Entre los que pujaban por hacerlo estaban algunos estudiantes colombianos, que nos obsequiaron ejemplares de una revista rústica, combativa. Como todos los estudiantes universitarios, parecían un poco locos, y es evidente que sueñan con transformar el mundo: por eso la revista recorre temas internacionales (el derecho del pueblo palestino a la tierra y a la paz, por ejemplo, o el hambre de los pobres), e internos (la represión del estado capitalista colombiano).

Asumí entonces que era un buen momento para repartir también algunos ejemplares de La Calle del Medio que traía en mi mochila. Estuve a punto de marcharme, pero finalmente dejaron entrar a la mayoría de los retrasados.

Muchos ciber-politiqueros entraron conmigo. Visten como los universitarios colombianos, con esa estudiada dejadez que entremezcla aires hippies y poses intelectuales, todo en ropa de marca. Parecen estudiantes franceses de los sesenta. Pero hay algo raro: Yoss habló en nombre de ellos, y los calificó como cubanos de a pie. Frase linda, de moda. Y sin embargo, traen sofisticadas cámaras de video y de fotos, celulares satelitales, sostienen blogs personales en Internet. Son jóvenes graduados en universidades cubanas, que están cansados de tanto sacrificio: quieren que dejemos de soñar.

Aunque parecen de los sesenta, se asemejan más a los franceses de los noventa. No gritan en las paredes: “seamos realistas, hagamos lo imposible”; ellos no son realistas, son pragmáticos. Su rebeldía consiste en repudiar, en maldecir la rebeldía. Son rebeldes extrañamente promocionados por el sistema que más le teme a la rebeldía. Tienen la apariencia de ser “hijitos de papá”, no importa cual sea el origen real de cada uno de ellos; son hijos adoptivos de un Papá ajeno y solvente, que los exhibe y premia como ejemplos a seguir.

Ellos quieren ser personas “normales”. Normales, por supuesto, de los barrios altos de cualquier otra sociedad. No normales de las favelas de Río, de los cerros de Caracas o del Bronx neoyorquino. Visten como los revolucionarios de los sesenta y piensan como los neoconservadores de los noventa. Aman la Coca Cola y la comida chatarra.

Alguien me susurró al oído: “mira a Yoani disfrazada”. En una esquina estaba Yoani Sánchez, con una fea peluca de rubia teñida, y un vestido negro ajustado. Las cámaras de sus colaboradores –y probablemente la pluma de algún corresponsal extranjero--, recogerán la escena: mientras todos se divertían en el local a costa de la peluca, los reporteros dirán que pasaba inadvertida. Pero el detalle es más significativo: despojada de su indumentaria habitual de muchacha sencilla, aquel disfraz se acoplaba mejor a sus aspiraciones de paz holgada.

Alguien dijo que se había vestido de alemana, y quizás el símil es más exacto en sus afanes ideológicos que físicos. El verdadero disfraz de Yoani es su apariencia cotidiana. Cuando fue llamada por su nombre y apellidos para intervenir, el espectáculo mediático alcanzó su paroxismo: frente al micrófono, se arrancaría la peluca en gesto farsesco, para supuestamente descubrir su identidad. ¿Qué importaba entonces lo que dijera? El habitual escenario académico se transformaba en la plataforma de un show mediático contrarrevolucionario, en el espacio de un estéril ciber-chancleteo. Era una pésima puesta en escena, pero una puesta, al fin y al cabo.

Hay burócratas que son inquisitoriales, por falta de alas para volar. Se reconocen enseguida. Hacen daño, pero uno sabe que existen –porque en una sociedad humana, existe todo tipo de ser humano--, y los sortea. Estos jóvenes “rebeldes”, sin embargo, viven disfrazados. Son inquisidores posmodernos. Hablan contra todos los dogmatismos, contra los que cercenan sueños, para acabar de una vez con la Imaginación, con la Esperanza, con la Fe. Exponen sin recatos los sueños permitidos: una casa, un carro, una buena vida. Cuando dicen que la Revolución los ata, no se refieren a inexistentes pretensiones de vuelo: quieren decir que la Revolución no los deja ocuparse de sí mismos, hacer mucho dinero, divertirse en fiestas privadas. Que los acosa instándolos a volar.

Ayer en la tarde no lo comprendí bien, aunque lo intuía. Pero los niños de Cremata me lo aclararon, entre risas, lágrimas y canciones de Silvio. Esos jóvenes y algunos mayores –elegantes, sofisticados señores--, conforman un oscuro e inadvertido tribunal que –en nombre de los sueños--, condena el acto de soñar; que en nombre de la Libertad, quiere que regresemos a una época en la que los sueños no rebasaban el espacio de un hogar.

Ayer fue el día inaugural del Festival de Teatro de La Habana, y casi de casualidad se enfrentaron –como arte y como farsa--, dos visiones del futuro: la que apela a la libertad del espíritu y la que no trasciende los límites del cuerpo.

Autor: Enrique Ubieta Gómez