Seguidores

domingo, 12 de diciembre de 2010

ENTRE EL ESPANTO Y LA TERNURA: ABRAZO POSADA-BOSCH Y LA COLMENITA CON ABRACADABRA

Con apenas veinticuatro horas de diferencia, mediados por la celebración del Día Mundial por los Derechos Humanos, dos acontecimientos pudieran mostrar al mundo los muchas veces ocultos rostros de la verdad y la justicia.

En la noche del 9 de diciembre de 2010 se presentaban en la ciudad de Miami las memorias de Orlando Bosch, autor confeso de numerosos actos terroristas. La presentación del libro de Bosch convocó a varios de sus admiradores, entre ellos a quien lo acompañara en la autoría del atentado contra un avión civil cubano que costó la vida a 73 personas: Luis Posada Carriles.

Poco después, en La Habana, la Sala Covarrubias del Teatro Nacional acogía el 10 de diciembre el espectáculo Abracadabra, protagonizado mayoritariamente por niños. Su director es Juan Carlos Cremata, hijo de uno de los tripulantes del avión que derribaron Bosch y Posada. Pero “Abracadabra” no habla del terrorismo, ni de la venganza, como no lo pueden hacer niños educados por un hombre como Cremata en el amor a José Martí. Abracadabra es el más hermoso e inquietante alegato que pudiera concebirse por la libertad de los Cinco cubanos presos en Estados Unidos cuya misión era precisamente evitar actos como los que festejaron en Miami este 9 de diciembre.

Abracadabra nos enseña divertidamente qué es ser maestro, y cómo vencer nuestras propias limitaciones para educar en la justicia y la verdad; para hacernos ver a todos que nada es suficiente hasta que Gerardo, Antonio, René, Fernando y Ramón no estén libres. Más allá de su enorme valor para movilizar a favor de la causa de Los Cinco, hay en ella una lección sobre el sentido del arte cuando lo acompaña la ética. El uso de la música en Abracadabra es magistral, sólo la relectura que hace Cremata de una obra tan cercana y trascendente como la del trovador Silvio Rodríguez merecería una profunda reflexión más allá de cualquier coyuntura.


Todo está pensado en Abracabra para movilizarnos, por eso la carta de Gerardo Hernández Nordelo, incluida en el programa de mano de la obra, debe alcanzar vida propia. En ella están las claves para comprender quiénes son los mayores cómplices de la injusticia que se ceba contra nuestros cinco heroicos hermanos. Gerardo, a pesar de ser con el que más se ha ensañado el sistema judicial norteamericano, no habla allí de su caso, sino que al describir cómo -gracias al aparato de dominación mediática- “nuestro andar siempre ha sido y será cuesta arriba”, nos señala cuál es la esencia de esta lucha de la ternura contra el espanto.

ASÍ REPRIME EL GOBIERNO BRITÁNICO A LOS ESTUDIANTES

Ayer, viernes 9 de diciembre, fui con un grupo de doctorados y profesores del Goldsmiths College, University of London, a la manifestación organizada en contra de los recortes en educación y el aumento de un 300% en las tasas universitarias propuestos por el gobierno británico.

Fue un día soleado y frío. Eran las 12 y media de la tarde cuando comenzamos a andar desde la plaza de Trafalgar hacia Parliament Square.

La policia había cortado varias calles, por lo que tuvimos que dar un rodeo para llegar hasta ahí. Una vez allí estuvimos cantando, andando, hablando con desconocidos, compartiendo impresiones, leyendo las pancartas de la gente (’Even Sadam Hussein believes in free education’, ‘No ifs no buts no education cuts’, ‘The Libcons have put the N in the CU*TS’…).

Tras una hora, decidimos irnos a tomar un te, café, cerveza en algún pub cercano. Al intentar salir nos dimos cuenta que la policía había bloqueado todas las salidas de la plaza. Había filas de antidisturbios (’riot police’) que, en un primer momento, dejaban entrar gente pero no salir. De este modo, miles de personas estaban confinadas en la plaza (táctica policial que aquí se llama ‘kettle’). Preguntamos muy educadamente a los policías si habia alguna calle por la que se pudiera salir. Nos enviaban de una a otra diciendo que sí, que era posible; siempre resultaba mentira. Preguntamos que cuánto tiempo iba a durar este encierro forzoso y nos decían que no sabían, que ‘un buen rato’.

Había policias amables y había policias terriblemente agresivos. Una amiga que esta en Inglaterra con una visa de estudiante se puso muy nerviosa, se puso a temblar y llorar preocupada por lo que pudiera pasar.

Resignados, nos quedamos en una esquina de la plaza observando lo que ocurría a nuestro alrededor: había gente que bailaba al son de tambores o de mísica techno, gente que corría, gente confundida por la situación. Corrían por todos los lados informaciones contradictorias.

En una esquina vimos como una masa de gente intentaba romper el cordón policial sin éxito. Escuchamos los cánticos de los estudiantes. Había muchos jovenes estudiantes de unos 18 años de distintas partes de Inglaterra: Manchester, Liverpool, Sussex. El frío empezaba a apretar así que nos pusimos a andar y bailar para no quedarnos entumecidos. Nos llegaban mensajes de apoyo de ‘fuera’ (muchos amigos querían unirse a nosotros pero ya no les dejaban, así que se manifestaban en otras zonas).

Se puso a anochecer. Tras horas de pie en el frío empecé a sentirme como un zombie. Nos pusimos a hacer hogueras con lo que encontrábamos: hojas, pancartas. Arrancamos ramas de los arboles, gente quemó bancos, una garita de seguridad que despedía humo negro. Hacíamos las hogueras con gente que no conocíamos, sin hablarnos, sin preguntarnos los nombres ya o de donde veníamos, era una acción mecánica, silenciosa, común y anónima. Con la noche la confusión y la tensión aumentaron. Te sentías como una rata enjaulada.

Había grupos de jóvenes que se dedicaban a pegar a gente que encontraban sola, a periodistas solos, a otros jóvenes. Estos jóvenes no eran de la manifestacion, se decía (y me lo creo) que habían sido introducidos por la policía para quebrar a los manifestantes. Actuaban con mucha eficacia: muy rápido para que los demás no pudieramos reaccionar. Golpeaban a alguien que veían solo y se iban corriendo, perdiéndose en la multitud. Vimos a un chico muy joven sangrando en la cara tras una de estas breves pero intensas palizas. Otro chico con el ojo morado superhinchado. Muchos empezamos a asustarnos. Nos pusimos cerca de unos policías en una zona que parecía más tranquila. Intentamos repetidamente razonar con los policías, sin éxito (aunque según iban pasando las horas te hablaban más y más, se explicaban más y más).

De repente, un grupo de manifestantes intentó entrar en uno de los edificios que dan a la plaza (el edificio del Tesoro). La música tecno retumbaba por todas partes. Intentaron derribar una puerta y rompieron ventanas.

Todo fue bien filmado por muchas camaras de televisión y bien iluminados por un foco desde un helicoptero. La policía dejó que esto ocurriera durante una media hora, para que se filmara bien, y luego empezaron a cargar. La gente se puso a correr hacia nosotros por lo que estabamos en un sandwich entre los que venían en estampida y las líneas de policía que teníamos detrás. Muchos jóvenes se pusieron a llorar y rogar a los policías que nos dejaran salir, que nos iban a aplastar. Se negaron.

Tras un tiempo de tensión la situación pareció calmarse. Nos pusimos a cantar villancicos. Preguntamos a los policías si creían que deberíamos irnos a otra zona de la plaza. Nos dijeron que no, que mejor que nos quedáramos ahí. Unos chicos de Manchester razonaron con ellos que tenían que coger un autobús común para volver a casa. Pareció que les iban a dejar salir si mostraban el ticket de bus. Como tenían tickets de más, nos los pasaron. Parecía que íbamos a poder salir cuando de repente se pusieron a cargar contra nosotros dándonos bastonazos. Gritaban ‘¡Muévanse, muévanse!’ pero sin especificar donde por lo que si te movías hacia donde no querían, te daban un bastonazo.

Nos fuimos todo lo rápido que pudimos hacia otra zona de la plaza. Allí la masa estaba muy compacta, uno casi no se podía mover. En una línea policial empezaron a dejar salir a la gente uno a uno. La gente empujaba hacia allí por lo que cada vez estabas más y más aplastado. Mucha gente empezó a tener ataques de ansiedad, intentábamos entonces dejarles sitio para respirar. Gente empezó a romper unas ventanas y hubo otra carga policial que nos apretujo aún más. Por suerte a nosotros esto nos empujó más hacia la salida. Estábamos como sardinas en lata.

Los policías en el cordón policial se ponían a hablar con los manifestantes como si se pudiera tener un dialogo. Los manifestantes pasaban de ellos. Algunos de nosotros conseguimos llegar a la salida, nos registraron. El chico delante de mí llevaba una bufanda por el frío alrededor de la cara. La policía se puso muy violenta con él diciendo que no se tapara la cara, agarrándole por los brazos, apuntándole con el dedo.

Y le dijeron que por hacer eso le devolvían a la cola (y lo hicieron). Comunicamos esto a la gente, que no se taparan la cara y que no se preocuparan que no estaban tomando fotos (había una cámara pero no la usaban).

Pasamos por más policías a caballo y esperamos a nuestros amigos a cierta distancia. Una policía se acerco y nos preguntó con educación inglesa: ‘Qué, habéis pasado una buena tarde?’. Se me ocurrieron muchas cosas que contestarle, pero la miramos en silencio y se fue sonriendo. Gente donde estábamos gritaba “¡Dejadlos salir!”. Tras un cuarto de hora, nos dimos cuenta que ya no salía nadie. Preguntamos y nos dijeron que habían cerrado esta salida, que la próxima salida era en el puente de Westminster y que nos fuéramos. Se nos encogió el corazón por tener que irnos sin nuestros amigos.

Conseguimos hablar con ellos por teléfono. Algunos lloraban desesperados y nos pedían que les ayudáramos que era insoportable. Les oíamos gritar desde donde estábamos: “¡Déjennos salir!”. No podíamos hacer nada. En esos momentos sentía un odio intenso, algo que nunca había sentido antes - no podía soportar mirar a policías ni a la gente superburguesa, de compras en la zona de Victoria. Este odio me duro un par de horas.

Mudos, nos fuimos a un pub a esperar. Allí encontramos a otros amigos que habían conseguido salir. Nos abrazamos fuerte con gente a la que apenas conocemos. Nos pusimos muy emocionales. Lloramos. Reímos.

No habíamos comido nada desde las 12. No podíamos comer, sí bebimos cerveza. Llamamos a todo el mundo para contarles, sentíamos una gran necesidad de hablar. Nos llamaban profesores preocupados por los demás con los que no podían contactar. Muchos nos dijeron que estaban escribiendo cartas a la BBC porque cómo estaban dando las noticias era lamentable. Otros, que estaban escribiendo quejas a la policía por lo anti-democrático de su táctica de encierro.

Horas después, nuestros amigos que habíamos dejado nos contaron por teléfono y mensajes que la policía empez a cargar contra ellos cuando les dejamos y a empujarlos hacia el puente de Westminster. Allí estuvieron miles de personas dos horas más totalmente apretujados. Tras nueve horas de encierro, la gente se empezó a hacer pis encima. Una amiga fingió un desmayo para conseguir salir. Por ahora no nos han contado mucho mas, estaban en estado de shock por lo que vivieron en ese puente.

Tras estos eventos, varias reflexiones iniciales:
-La policía crea estas situaciones de encierro y humillación constante para provocar violencia (y no al revés).
- Todo esta perféctamente coreografiado para los medios de comunicación (hoy sólo hablan de la supuesta violencia de los manifestantes - unas ventanas rotas y el ataque al coche del príncipe Carlos).

Me alegro de haber estado en Parliament Square ayer. Hoy muchos nos sentimos todavía entumecidos pero fuertes, con muchas ganas de pensar y de hacer.
(Tomado de Escolar.net)